domingo, junio 13, 2010

¿UGT y CCOO quien se creen que son?

ABC
La marginación de los sindicatos sectoriales y el acorralamiento de CSIF llevaron a UGT y CC.OO. a estrellarse en la huelga de funcionarios, el más notable fiasco sindical que se recuerda
PALOMA CERVILLA / MADRID
Día 13/06/2010 - 04.07h

A UGT y Comisiones Obreras la inmodestia y el afán de protagonismo le pasaron una altísima factura el pasado martes, día en el que querían paralizar a todos los funcionarios de la Administración Pública en una huelga general contra la decisión de Zapatero de bajarles sus salarios , que resultó un rotundo fracaso. Se creyeron capaces de movilizar por sí solos a los empleados públicos, despreciaron la fuerza de otras organizaciones a las que pusieron piedras en el camino para que se alejaran de la convocatoria, como así sucedió, con el fin de rentabilizar sólos el supuesto triunfo. Ese fue su principal error y el eje sobre el que gravitó su derrota.

Méndez y Toxo el día de la huelga
A UGT y Comisiones Obreras la inmodestia y el afán de protagonismo le pasaron una altísima factura el pasado martes, día en el que querían paralizar a todos los funcionarios de la Administración Pública en una huelga general contra la decisión de Zapatero de bajarles sus salarios , que resultó un rotundo fracaso. Se creyeron capaces de movilizar por sí solos a los empleados públicos, despreciaron la fuerza de otras organizaciones a las que pusieron piedras en el camino para que se alejaran de la convocatoria, como así sucedió, con el fin de rentabilizar sólos el supuesto triunfo. Ese fue su principal error y el eje sobre el que gravitó su derrota.
Las claves de este fiasco hay que buscarlas en los preparativos, y si nos remontamos un poco más atrás, al 12 de mayo, cuando Zapatero anunció en el Congreso el «tijeretazo social», como así lo relatan a ABC fuentes sindicales. En ese momento, sólo hubo un sindicato, la Confederación Sindical Independiente de Funcionarios (CSIF), que anunció que convocarían una huelga general. Fue su presidente, Domingo Fernández, quien dijo que irían «sólos o acompañados». En las horas siguientes, nadie se sumó. Los teléfonos de UGT y CC.OO. se habían desconectado extrañamente. Sólo al día siguiente, cuando los líderes Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo se entrevistaron con Zapatero para conocer el contenido del «decretazo», sacaron pecho y anunciaron, sin consultar con nadie, una huelga general para el día 2 de junio.
El «furor huelguista» había surgido de repente. Pero, en su prepotencia, cometieron un error: la CSIF no podía secundar la huelga ese día ya que tenía organizado un congreso nacional, y les advirtió que no contaran con ellos. Como «no se atrevieron ir a la huelga sin nosotros», comentan fuentes de la CSIF, accedieron, en una reunión el 17 de mayo, a cambiar la fecha al día 8. Desde ese momento, la CSIF inició una serie de contactos con otros sindicatos sectoriales para que apoyaran la huelga, cono fueron ANPE (enseñanza), SATSE (enfermería), CEP (Policía) o AEGC (Guardia Civil). El objetivo era animarles a sumarse al paro para conseguir una mejor respuesta de los funcionarios.
Protagonismo
Pero la UGT y CC.OO. no estaban dispuestas a ceder protagonismo y en las reuniones preparatorias comenzaron a poner pegas a su participación, «más o menos le decían que iban a ser convidados de piedra porque no iban a pintar nada». El resultado final fue que poco a poco se fueron descolgando y algunos decidieron no apoyar la huelga. Además, tampoco quisieron sumarse los sindicatos nacionalistas vascos y gallegos.
UGT y CC.OO. habían firmado su sentencia. Pero sin ser conscientes de que iban hacia el suicidio, después de conseguir apartar a los sindicatos sectoriales, apuntaron a su siguiente presa: CSIF. Tan sólo 24 horas antes del inicio de la huelga, le hicieron saber que la manifestación era cosa suya y que sólo hablarían Méndez y Fernández Toxo y le ofrecieron un lugar simbólico en la pancarta principal. CSIF no pasó por ese menosprecio y renunció a ser una comparsa. Acudió a la manifestación, en un lugar discreto, y cuando acabó, se fue a su casa. Luego anunció la ruptura sindical, el final digno de la trampa que le habían tendido los sindicatos de clase que el pasado 8 de junio cosecharon una de las mayores derrotas que se les recuerdan.

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